Dramaturgia, creación colectiva y nuevos caminos
Desde mediados del siglo XX y hasta la actualidad, las artes escénicas en general han sufrido un cambio sin
precedentes. Tanto el circo, como la danza y el teatro, han evolucionado hacia nuevas y sorprendentes maneras de llegar al espectador, en muchos casos huyendo de formas clásicas que habían marcado estructuras, formatos y lenguajes durante siglos. Un elemento clave de esta transformación fue la aparición de las primeras compañías que utilizaban un innovador método de trabajo: la creación colectiva. En estas formaciones artísticas desaparece la estructura ortodoxa jerarquizada y todo el mundo está invitado a expresar libremente sus puntos de vista sobre el qué, el cómo y el por qué de aquello que se quiere comunicar y a implicarse activamente en los diferentes ámbitos de trabajo (dirección, interpretación, dramaturgia, producción…).
Estamos hablando de la voluntad conjunta de un colectivo de artistas de llevar a cabo un trabajo transversal, sincrónico y polisémico. Analicemos cada una de estas palabras. Transversal ya que todo el mundo participa en las diferentes etapas del proceso. Sincrónico en la medida en que a menudo las diferentes etapas de creación (ensayos, diseño de luces, vestuario, escenografía…) maduran simultáneamente, suceden al mismo tiempo y, a menudo, en el mismo espacio. Polisémico ya que se promueve la fricción entre artistas formados en diferentes disciplinas artísticas. En estas nuevas formaciones (podríamos citar como ejemplo en el ámbito internacional de los años 80/90 al Cirque Aligre, Footsbarn Travelling Circus, Cirque Archaos, entre otros) se apuesta por la creación colectiva no tan solo como un acto de innovación metodológica y artística, sino también como símbolo de un posicionamiento político y social que apuesta por la autogestión y la renuncia a cualquier relación jerárquica o de poder.
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